La caída de Constantinopla

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La caída de Constantinopla, ocurrida el 29 de mayo de 1453, marcó el fin del Imperio bizantino y tuvo profundas repercusiones en la historia europea. La ciudad, asediada por el Imperio otomano bajo el mando del sultán Mehmed II, cayó tras un asedio de 55 días. Los otomanos emplearon artillería avanzada para abrir una brecha en las murallas de la ciudad, lo que provocó un asalto final que abrumó a los defensores. Este acontecimiento no solo puso fin al Imperio bizantino, sino que también alteró el equilibrio de poder en Europa, a medida que los otomanos se expandían hacia Europa del Este. La caída de Constantinopla impactó significativamente la dinámica comercial e impulsó la Era de la Exploración. Con la ciudad bajo control otomano, los comerciantes europeos buscaron nuevas rutas hacia Asia, lo que propició exploraciones marítimas por parte de naciones como Portugal y España. Además, la afluencia de eruditos bizantinos a Italia contribuyó al Renacimiento, ya que aportaron el conocimiento de los textos griegos antiguos. El acontecimiento marcó un momento crucial en la historia mundial, haciendo la transición de la Baja Edad Media al período moderno temprano y preparando el escenario para el ascenso del Imperio Otomano como potencia dominante.