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La conservación en bodega es un método tradicional de almacenamiento de alimentos que utiliza ambientes controlados para mantener la frescura de diversos alimentos a lo largo del tiempo. Esta técnica suele implicar almacenar los alimentos en un ambiente fresco, oscuro y húmedo, a menudo bajo tierra o parcialmente bajo tierra, para ralentizar el proceso natural de descomposición. Las condiciones ideales para la conservación en bodega incluyen temperaturas entre 0 °C y 4 °C (32 °F y 40 °F) y altos niveles de humedad, entre el 85 % y el 95 %. Estas condiciones son especialmente beneficiosas para tubérculos como zanahorias, remolachas y patatas, ya que les permiten mantenerse frescos durante varios meses. La conservación en bodega es valorada por su capacidad para conservar alimentos sin electricidad, lo que la convierte en una opción sostenible para quienes buscan la autosuficiencia. El método no se limita a tubérculos; también puede utilizarse para almacenar frutas, frutos secos y otros alimentos. Una ventilación adecuada es crucial para evitar la formación de moho y garantizar la eliminación del gas etileno, que de lo contrario puede acelerar el deterioro. Al controlar la temperatura, la humedad y la luz, la conservación en bodega prolonga la vida útil de los alimentos almacenados, proporcionando un suministro constante de productos frescos durante todo el año. Esta técnica es popular entre jardineros, agricultores y quienes se interesan por los métodos tradicionales de conservación de alimentos.